" Los colores de Mateo" de María Luisa López Soria
“Mi nombre es Mateo y no me gusta que me llaméis negro. Soy negro porque soy de otro país…” Mateo es negro como la noche y oscuro como un misterio. Además, es un niño adoptado. Su mamá le cuenta que nació en una isla lejana del Caribe, donde ella fue a buscarle para darle todo su amor. Sin embargo, aún rodeado de ese cariño, no siempre es fácil para Mateo explicar a sus compañeros de clase que el color de la piel o ser de otro país no es lo que importa y que debemos aceptarnos a pesar de nuestras diferencias.
Fábula: El león y el ratón
“Mi nombre es Mateo y no me gusta que me llaméis negro. Soy negro porque soy de otro país…” Mateo es negro como la noche y oscuro como un misterio. Además, es un niño adoptado. Su mamá le cuenta que nació en una isla lejana del Caribe, donde ella fue a buscarle para darle todo su amor. Sin embargo, aún rodeado de ese cariño, no siempre es fácil para Mateo explicar a sus compañeros de clase que el color de la piel o ser de otro país no es lo que importa y que debemos aceptarnos a pesar de nuestras diferencias.
Fábula: El león y el ratón
La piedra de sopa.
En un pequeño
pueblo, una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su
puerta un extraño, correctamente vestido, que le pedía algo de comer.
-Lo siento-, dijo ella, -pero ahora mismo no
tengo nada en casa-.
-No se preocupe-,
dijo amablemente el extraño: -Tengo una piedra de sopa en mi cartera; si usted
me permitiera echarla en un puchero de agua hirviendo, yo haría la más
exquisita sopa del mundo. Un puchero muy grande, por favor-.
A la mujer le picó
la curiosidad, puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto a sus
vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido
allí para ver al extraño y su piedra de sopa. El extraño dejó caer la piedra en
el agua, luego probó una cucharada con verdadera delectación y exclamó
-Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas-.
-Yo tengo
algunas-, gritó una mujer. Y en pocos minutos regresó con una gran fuente de
patatas que fueron derechas al puchero. El extraño volvió a probar el brebaje,
y añadió pensativo: -Si tuviésemos un poco de carne haríamos un cocido de lo
más apetitoso ...
Otra ama de casa salió zumbando y regresó con
un gran pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo cortésmente, introdujo
en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo, puso los ojos en blanco y dijo:
-¡Ah, que sabroso! Pero si tuviésemos unas pocas verduras sería perfecto...-.
Una de las vecinas
fue corriendo a su casa y regresó con una cesta de cebollas y zanahorias.
Después de introducirlas en el puchero, el extraño probó de nuevo el guiso y,
con tono autoritario, dijo: -¡Sal!-. Al punto la dueña de la casa proporcionó
dicho ingrediente.
A continuación, el extraño, dio otra orden: -¡Platos para
todo el mundo!-. La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos.
Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas.
Luego se sentaron todos a disfrutar de la espléndida comida,
mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa. Todos se
sentían extrañamente felices mientras reían, charlaban y compartían, por
primera vez, su comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló,
silenciosamente, dejando tras de sí la milagrosa piedra de sopa, que ellos
podrían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.
Buscando la paz perfecta.
Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron.
El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente había dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.
Pero cuando el rey observó cuidadosamente, él miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...
¿Paz perfecta...?
¿Cuál crees que fue la pintura ganadora?
El Rey escogió la segunda.
¿Sabes por qué?
"Porque", explicaba el Rey, "Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz".
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