LA FRUSTRACION
Se entiende por frustración el estado de decepción creado emocionalmente cuando alguien espera realizar un deseo y se ve impedido de hacerlo.
Algunas personas no son capaces
de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de
sus deseos y no soportan ningún sentimiento o circunstancia desagradable. Es
decir, no toleran el hecho de sentirse frustrados.
En los niños más pequeños, este
es un comportamiento normal ya que los deseos de los bebés están relacionados
con sus necesidades fisiológicas básicas, como alimentarse, dormir, etc. A esta
edad es importante que los deseos de los niños se satisfagan de forma
inmediata, porque esto les proporciona una sensación de seguridad y estabilidad
muy importante para su desarrollo emocional.
A medida que crecen los niños,
sus demandas aumentan de forma progresiva pero no saben distinguir necesidades
básicas de lo que son claramente deseos. Son los padres, o los cuidadores más
cercanos, los que deben ayudarles a diferenciar unas de otros poniendo límites
a sus constantes peticiones, facilitando así la experiencia de darse cuenta de
que no siempre pueden tener sus deseos satisfechos inmediatamente. De esta
forma irán aprendiendo a tolerar y aceptar cierta molestia o demora en la
realización de los mismos como algo inevitable, es decir, los niños,
aprenderán, en mayor o menor medida, a tolerar la frustración dándose cuenta de
que hay ciertas limitaciones, tanto en ellos como en el ambiente que les rodea.
Pero, por supuesto, no siempre
sucede así. Otros niños siguen actuando como si todos sus deseos fuesen
necesidades orgánicas tan poderosas y urgentes como comer, respirar o saciar la
sed. No aceptan que sus deseos no sean satisfechos de inmediato, no quieren
esperar ni saben sustituir un deseo no realizable por otro realizable, como
conformarse con un juguete diferente cuando el que desean no está disponible.
Cuando no consiguen lo que quieren son capaces de armar un verdadero escándalo:
patalean, lloran, se tiran al suelo, como un modo de exigir que sus deseos se
satisfagan rápidamente.
No
soportan que las cosas no salgan como ellos quieren, cometer un error es algo
terrible, fracasar inadmisible, que llueva durante su día de playa es una
injusticia que no debería suceder nunca, ser rechazado, no conseguir el trabajo
deseado, no lograr un ascenso, que los demás no se comporten del modo
apropiado... Todas esas cosas que a las personas con adecuada tolerancia a la
frustración les resultan simplemente molestas, inconvenientes o desagradables,
ellos las perciben como verdaderas catástrofes.
La baja tolerancia a la
frustración implica una sensibilidad excesiva hacia todo lo desagradable, que
funciona como una lente de aumento, magnificando el lado malo de cada
situación. Lo feo es espantoso, lo malo es horrible, lo molesto es
insoportable. De este modo la vida de estas personas está llena de tragedias y
acontecimientos estresantes. Con frecuencia se sienten de mal humor, agitados,
ansiosos, tristes, resentidos, humillados o enfadados con el mundo que debería
estar ahí para satisfacer todos sus deseos. Se sienten víctimas, se quejan
continuamente, culpan a los demás y al mundo.
La frustración, pues, es el
sentimiento que surge cuando no logramos nuestros deseos y, de acuerdo a la
intensidad de la frustración y a nuestras propias características personales,
reaccionamos con molestia, ansiedad, depresión, angustia, enojo, etc. Sin
embargo, la base del problema no está en el dolor y la frustración que vivimos,
sino en nuestra actitud ante ellos: actuamos como si el malestar y el
sufrimiento pudieran acabar con nosotros. Por tanto, tolerar la frustración
significa poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo
de la vida, a pesar de las molestias o incomodidades que nos puedan causar.
EN QUÉ DESEMBOCA LA FRUSTRACIÓN.
Pueden aparecer todas estas
reacciones: agresividad, regresión a comportamientos infantiles, tristeza y
depresión, introversión, rabietas, berrinches, mentiras, ansiedad, rabia,
estrés, angustia, ira, alcohol, drogas..
Es importante tener en cuenta que
el impacto de la frustración en el sujeto está determinado por su personalidad,
así como por numerosas variables. Hemos visto que la baja tolerancia a la
frustración implica una sensibilidad excesiva hacia todo lo desagradable, que
funciona como una lente de aumento, magnificando el lado malo de cada
situación. Evidentemente, esta sensibilidad tiene mucho que ver con la
educación recibida, y con los modelos adultos observados en la infancia.
Por ello es de suma importancia
el ejemplo: el niño aprende de lo que ve, no de lo que oye. Aprende no cuando
le enseñamos con sermones pedagógicos, sino cuando actuamos espontáneamente.
Entonces estamos siendo para él modelos que reproducirá en el futuro. En este
sentido la tendencia a dramatizar es muy negativa. Hay personas que impregnan
de emocionalidad todo suceso, que magnifican y dramatizan, haciendo que todo
parezca de la mayor importancia. Lo feo es espantoso, lo malo es horrible, lo
molesto es insoportable. Es muy importante cuidar los adjetivos que se emplean
delante de los niños. Como norma general, irá todo mejor si hacemos un esfuerzo
por minimizar los adjetivos: cada acontecimiento nos afectará según el adjetivo
que le pongamos delante.
LA AUTORIDAD COMO FUENTE DE FRUSTRACIÓN
PARA EL NIÑO.
El niño necesita de autoridad
tanto como de amor. Cualquiera de las dos cosas que le neguemos repercutirá
negativamente en su personalidad.
Lo que ocurre es que, en los
últimos treinta años, la palabra autoridad se ha contaminado de connotaciones
negativas, por evidentes abusos en el pasado. Ha nacido el mito de los traumas:
“cualquier cosa que se le niegue al niño está produciendo daño en su
psicología, está provocando traumas irremediables”
Con este invento del mito, se ha
pasado de la extrema severidad (niño reprimido) a la extrema permisividad (niño
histérico). Y los resultados adultos conseguidos por el niño histérico de ahora
son bastante peores que los conseguidos por el niño reprimido de antaño. Los
mismos que, en los años 70, promovieron la permisividad como norma están
reconociendo últimamente su error, viendo los resultados lamentables de dicha
política.
Está claro, y hemos de tenerlo
muy presente, que el niño no es naturalmente responsable, ni altruista, ni controlado,
ni libre, ni constante, ni objetivo. Todo lo contrario. Hay que enseñarle a
utilizar los propios controles. Acomodarse a la frustración, saber aceptarla y
hacerle frente, es también de suma importancia de cara a posibles adicciones.
Se ha demostrado que una característica primaria en los drogodependientes es
precisamente la poca resistencia a la frustración. Algo parecido podría decirse
de los alcohólicos.
CONSECUENCIAS DE LA FALTA DE
TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN: EL NIÑO HISTÉRICO.
El resultado final de una
infancia sin ningún tipo de frustración, con todos los caprichos colmados y sin
ejercicio de la autoridad paterna es el niño histérico.
¿Qué características tiene un
niño histérico?
Infantilismo: Se produce una
regresión a etapas anteriores, escoge normalmente el camino fácil y renuncia a
tomar responsabilidades. Sólo piensa en sí mismo y no tiene visión de conjunto
de las situaciones por lo que sus reacciones suelen ser inadecuadas. Aparece
sobreestimación del yo, pensando que todo se lo merece sin esfuerzo. Se
aprecian rasgos parasitarios de aprovechamiento de los demás.
Egocentrismo: A pesar de
concedérsele todos los caprichos se siente internamente deficitario de cariño.
Por ello utiliza estratagemas para manipular el cariño de los demás. No da nada
y exige todo. Utiliza y “esclaviza” a los demás sin ningún apuro. Necesita ser
el centro de atención y necesita constantemente la aprobación de los demás. Muy
susceptible ante las críticas.
Falta de control: La emoción
actúa sobre la razón, con lo que sus respuestas son desproporcionadas y poco
calibradas por la inteligencia. Reactividad exagerada. Como nunca han afrontado
la frustración tiene muy poco autocontrol lo que le va a complicar la vida en
el futuro
Inestabilidad emocional: Busca la
gratificación inmediata, no está preparado para posponer la gratificación. Si
no consigue lo que quiere explota emocionalmente y dramatiza. Reacciones
desproporcionadas. Se derrumba emocionalmente con mucha facilidad porque no ha
adquirido la habilidad para adaptarse a la tensión. El problema es que no sabe
controlar sus emociones.
El comportamiento infantil
histérico puede desembocar a medio plazo en el llamado “síndrome de
personalidad histriónica”, es decir, expresión emocional y búsqueda de atención
excesiva, incluyendo la desmedida necesidad de aprobación y una actitud de
seducción inadecuada que generalmente comienza en los primeros años de la vida
adulta.
TOLERAR LAS FRUSTRACIONES ES UNA
HABILIDAD QUE SE DESARROLLA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario